Los perros que hablan







Eran las 7 am y Francisco se levantó corriendo, preocupado por haberse perdido algo pero no, no se perdió nada. En el día 335 tras el cambio, todo seguía igual.

Se asomó por la ventana y el cielo permanecía de color rojo escarlata. Ya no había diferencia entre el día y la noche, el cielo era siempre rojo.

Bajó las escaleras y salió al jardín. Saludó a su perro que ahora hablaba perfecto español y éste le contestó amablemente. Luego del cambio, los animales adquirieron la capacidad de hablar con sus dueños, solo con sus dueños. Y los humanos perdieron la capacidad de hablar entre sí. Sólo podían hablar con sus mascotas.

Esa extraña situación (entre todo lo extraño) fue lo más sorprendente de todo para Francisco. Toda su vida había considerado a sus mascotas como parte esencial de su vida , sus compañeros pero siempre dudó sobre si ellos lo querían de la misma forma. Por otra parte, era firme partidario de la necesidad de la palabra entre los seres humanos para sobrevivir. No concebía un mundo sin hablar con los suyos pero ahora ése era el mundo.

Se sentó a tomar café junto a Calvin (su perro) y conversaron de lo usual: la noche de sueño, el clima, el aburrimiento , etc.  Calvin había asumido los cambios con mayor naturalidad. De hecho, Fran descubrió poco a poco que Calvin lo conocía más de los que él creía y poder expresarlo con palabras había sido una alegría.

Fran se duchó y se vistió para ir a trabajar como siempre. Ahora era una labor extraña porque aquella comunicación normal se convirtió en un proceso mucho más complejo a la hora de expresar los pensamientos y los sentimientos. Se valían de gestos, sonidos, acciones y miradas, miradas muy especiales para transmitir lo que llevaban dentro. Tal y como era la vida de Calvin antes del cambio.

Calvin se quedó en casa como siempre. Corrió, durmió, jugó. Conversó con las mascotas de los vecinos tras los barrotes del jardín y esperó con ansias a Fran, como siempre. Poder hablar no había restado importancia a su relación, por el contrario, la hizo más especial. Si antes sentía que Fran era su manada, ahora creía firmemente que ya eran familia, sangre de su sangre y agradecía al cambio poder expresarlo.

Antes trataba de hacerlo siempre, movía la cola al verlo, lo mordía con cariño como haría con sus cachorros, se sentaba a su lado, le lamía con ternura, lo miraba con devoción pero no sabía si entendía el amor que sentía.

Calvin llegó muy pequeño y triste a casa, era un cachorro separado de su madre y hermanos y se sentía muy solo. Al llegar a casa de Fran agradeció que lo mirarán con amor, le dieran calor cuando hacía frío, le alimentaran con cuidado. Se sintió parte de algo más grande que una manada, una familia.

Francisco regresó a las 6 pm como siempre, cansado. Al llegar, conversó con Calvin  como en los últimos 300 y tantos días. Le confesó sus temores ante los nuevos retos laborables y el miedo de que los demás no entendieran lo que quería decir y Calvin, sabiendo de corazón lo que se siente , lo confortó y le aseguró que si lo hacía de corazón y con mucho empeño, verían todo lo que quería que vieran, aunque no lo dijera.

A medianoche se escuchó un gran estruendo, el cielo se iluminó y todos salieron a la calle, atemorizados. Ante la incertidumbre, alguien gritó y todos pudieron escucharlo y los perros comenzaron a ladrar ante su propio asombro. El cielo se volvió negro y lleno de estrellas otra vez. El mundo al fin regresó a ser lo que era antes del cambio o al menos eso parecía.

Calvin sintió angustia al pensar que perdería su relación con Fran al no poder hablar con él pero descubrió que ya no eran los mismos, el vínculo que había crecido no iba a retroceder y ahora, ambas miradas se entendían más allá de las palabras.

Francisco agradeció poder hablar con los suyos nuevamente pero descubrió que ya las palabras no eran suficientes. Necesitaba de todos aquellos gestos y miradas ejercitadas durante tantos días para comunicarse. Ya no eran los mismos pero se sentía mejor, un mejor ser humano, alguien que tenía más que dar ahora.

No volvieron a la normalidad porque ya nada volvería a ser igual. Llegaron a un nuevo punto dónde se veían con ojos distintos, dónde la comunicación y el amor no solo eran palabras sino gestos, dónde no solo era de humanos sino de mascotas y sus dueños. Un mundo donde el amor cambió de cara.

El cambio al final fue lo mejor que les pudo pasar y ahora Calvin y Fran viven más unidos que nunca. Se sienten iguales de alma y corazón. En el nuevo mundo.


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