El infinito tejido del amor



Llegamos a este mundo indefensos.

Somos alimentados, vestidos, educados y luego salimos a vivir, sin garantías, sin manuales.

Reímos, lloramos, ganamos, perdemos.

Construimos y destruimos por igual.

Amamos, odiamos, ignoramos.

Y, con el pasar de los años, la velocidad va bajando, el camino puede ser más o menos complejo, pero nuestra perspectiva se va asentando y tornando cada vez más permanente.

Entendemos que nada nos prepara para el final. 

Ni el ajeno y mucho menos para el propio.

Descubrimos, casi que con la inocencia del niño que ya no somos, que el amor es lo único que sobrevive a todas las batallas, ganadas o perdidas.

El amor que entregamos y el amor que recibimos.

Y la tarea más valiosa que podremos hacer en vida es tejer los lazos necesarios con los que nos rodean a partir de ese amor.

Tejemos la verdadera familia con amor.

No la que la vida nos dio por papeles, sino aquella que nos conectó a través de la maravillosa experiencia de sentirnos realmente amados.

Protegidos.

Aceptados.

Acompañados.

Cuando alguien se va, nos deja todo el amor entregado.

El amor de alguna manera llena los espacios de la ausencia infinita en la mente y el corazón.

Llegamos al mundo indefensos y no sabemos que llegamos solos. 

Pero viviremos y nos iremos en la compañía del amor que demos y recibamos.

No hay soledad posible si somos amados.

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