"uno se arrepiente de lo que no hace, no de lo que hace"






…eso me dijo mi papá el 22 de Diciembre de 1993. Como siempre, íbamos saliendo temprano en la mañana a comprar las cosas que faltaban para la Navidad: algunos regalos y una que otra cosa que mi papá siempre tenía en mente. Adoraba esa época. Yo iba de su brazo y aún hoy conservo la sensación de mi mano tocando su brazo. Fue la última vez que salimos juntos. Murió el 24 de Diciembre de ese año, antes del mediodía.

Entre los apuros de un momento como ese, discutir con un inspector de la antigua Disip, buscar un certificado de defunción y llegar a la funeraria, tuve poco tiempo para pensar mucho en lo que estaba pasando. Al regresar a la casa luego del entierro, me senté a revisar sus cosas, su cartera, sus gavetas. Encontré varias cartas al Espíritu de la Navidad escritas por él y uno de sus deseos en la última es que deseaba que yo fuera más dulce con él…me arrepentí de no haberlo sido y recordé entonces sus palabras.

Mi papá fue un hombre muy especial: cocinaba como los dioses, tenía un humor excelente, leía el periódico en forma minuciosa y (al igual que yo) odiaba que se lo desordenaran. Amaba leer El Fantasma y el Príncipe Valiente. Leía novelas vaqueras de Estefanía La fuente y hacía el crucigrama de la revista Estampas religiosamente.

Aprendí de él la disciplina del trabajo: hacerlo lo mejor posible, sin quejarse y llegar siempre temprano. Salía de madrugada siempre y regresaba de noche tarde.

Me enseñó que la vida es simple al igual que sus placeres. Que no vale la pena desear demasiado cuando con poco se puede ser inmensamente feliz. Me dio apoyo e impulso siempre que lo necesité. Dejó grabado el punto de que lo que se tiene hay que trabajarlo sin esperar regalos de nadie.

Me mostró la ciudad de Cumaná como nadie, aprendí a comer pescado sin tragar ni una espina y dejó en un rincón de mi mente la receta de las hallacas más exquisitas que mi paladar haya probado.

Me miró con toda la confianza posible del amor, como nunca nadie me había mirado hasta que nacieron mis hijos y me vieron a los ojos.

Hoy día trato de vivir con esa frase como premisa y procuro que el día no pase sin haber dicho Te amo a quienes ocupan mi corazón, sin haber procurado el tiempo para algo especial y personal, sin haber evitado o resuelto una disputa de la cual ni me acordaría en el próximo mes. Sin haber aprovechado el tiempo al máximo.

La vida es difícil, complicada, llena de cosas inexplicables y duras, gente desagradable en algunos casos pero he comprobado que solo el amor mantiene el hilo fuerte y hace que valga la pena este viaje. Hago lo que deseo hacer para complacer a mi corazón y amo todo lo que pueda para que quienes amo lo sientan hasta en su piel. No quiero que al final, alguien sienta que no lo amé lo suficiente… como amé y amo aún a mi papá.

Comentarios

  1. Me detuvo. El trajín de la obligación hace que muchas veces -no por 'negligencia' técnicamente- podemos cortar la intención de expresar lo que sentimos, sino más bien la absorción de las necesidades creadas. Esta frase me trajo muchas imágenes:

    "[...] no vale la pena desear demasiado cuando con poco se puede ser inmensamente feliz."

    Y así es. Particularmente me reviento la cabeza como hacer a diario para que el sistema me sea indiferente, pero en la práctica, es lo que menos es mientras me mantenga en ese juego. Y a pesar que no es esa su razón de ser, lo hace mejor que si estuviera jugándolo (con sus propias reglas).

    Linda columna Esther; gracias por compartir una vez más.

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  2. Como siempre tu entrada de blog, excelente y logra agitar la fibra de mis recuerdos.

    Vivimos en una sociedad que nos hace sentir raros sí expresamos nuestras emociones hacia los seres que más estimamos y por eso preferimos callar

    te dejo esto para que lo leas, aqui va dirigido a la madre, pero aplica para con cualquier ser querido: padre, hermanos, familiares cercanos y hasta con los buenos y muy contados amigos que se tienen en la vida

    Ayer ...
    Ayer fue el día mas triste de mi vida:
    enterré a mi madre.
    Cuando mire su dulce y adorable cara y su cabello plateado por el tiempo , me di cuenta que esa seria la ultima vez que la vería.
    Muchos pensamientos vinieron entonces a mi mente:

    Cuando por las tardes o las noches no teníamos quien nos cuidara a los niños.
    Acudíamos a mi madre porque no queríamos perdernos la función de cine o la fiesta en casa del amigo.
    Ella nunca se negó, jamás nos dijo que tenía otros planes o yo no quise darme cuenta.

    En una ocasión me prometí comprar un boleto extra y llevarla a ver las películas que le gustaban.
    Pero nunca compre el boleto.
    Una vez nos encontramos en la panadería y vi que su suéter estaba un poco desteñido y viejo.
    Entonces pensé que debería llevarla al centro y comprarle uno nuevo.
    Sabía que, aunque ella lo necesitaba, nunca me lo pediría, así era ella.
    Pero siempre tuve otras cosas que hacer y mi madre siguió con su suéter viejo.

    Recuerdo su ultimo cumpleaños. Le mandamos unas azaleas blancas bellísimas con una nota que decía:
    "Lamentamos no poder estar contigo en esta fecha, pero con estas flores te enviamos todo nuestro amor".

    Esa tarde había un programa de televisión muy importante y por la noche estábamos invitados a una fiesta.
    recuerdo la última vez que vi a mi madre viva, fue en la boda de un primo, se veía mas viejecita y cansada.

    Entonces pensé en mandarla a unas vacaciones con su hermano en la costa.
    Que se asoleara un poco para que no se viera tan pálida. Pero nunca lo hice, siempre tuve supuestamente cosas mas importantes que hacer.

    Si yo pudiera regresar las hojas del almanaque, le compraría todos los suéteres del mundo, la llevaría al cine y pasaría todos sus cumpleaños a su lado.
    Si yo pudiera regresar en el tiempo la mandaría a ver a su hermano y a todos los sitios que quisiera ir.

    Pero es muy tarde ya.

    Ella esta en el cielo y yo estoy aquí enfermo del corazón por todas las oportunidades perdidas.

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