¿Qué quieres ser cuando estés viejo?




Es una pregunta realmente extraña y que seguramente habrán escuchado muy pocas veces…o ninguna realmente. Vivimos, crecemos y nos desarrollamos en una sociedad donde la gran pregunta es ¿qué quieres ser cuando seas grande? Y ésta automáticamente nos lleva a la edad adulta (cerca de los 30 aproximadamente) y nos ubica en los logros de carrera, económicos y personales tales como un gran cargo a ocupar, una buena cuenta bancaria y una familia.

Estos objetivos se convierten a la larga en guías silentes de nuestros actos y nunca nos cuestionamos que pasa luego de que los alcancemos, hacia donde iremos, que vendrá luego. Asumimos en forma silenciosa el hecho de que la vida alcanza su pico en ese momento y que, luego de eso comenzamos un declive lógico en el cual nos dirigimos a la tercera edad donde, sin muchas explicaciones pareciera que vamos a yacer en forma plácida, esperando el final entre nietos, tazas de café y tejiendo.

Lo curioso de este recorrido “planeado” es que no sucede exactamente como las revistas, libros y películas pintan y nos encontramos con una buena cantidad de seres humanos en la tercera edad con grandes problemas que van mucho más allá de carecer de familia que se ocupe de ellos o problemas serios de salud. Hallamos muchas personas a quienes la tercera edad los sorprende, los abruma , los encuentra sin ningún tipo de planes y para quienes la vida se muestra cuesta arriba a partir de ese momento.

La depresión surge y con ella se agudizan todas aquellas situaciones no resueltas con anterioridad, el sentimiento de estar desvalido y la soledad se hace más pesada. Tratando de entender el porqué para algunos seres humanos la llegada de la vejez no se vuelve un conflicto sino una experiencia super productiva, encontré un punto en común que me pareció interesante compartir.

La mayoría de las personas que mantienen a lo largo de su vida actividades propias, cultivan hobbies, tienen círculos propios de amigos (independiente de sus parejas, hijos, familias) tienen más probabilidades de enfrentar la tercera edad en forma más productiva. El hecho de haberse cultivado como individuo les permite construir una nueva vida al llegar a la vejez y son capaces de asumir con mayor entereza y facilidad los cambios familiares, las separaciones y todo lo que esa edad trae consigo porque manejan una mayor cantidad de herramientas emocionales que otros.

La soledad no se vuelve una carga insoportable ya que saben como manejarla, llenarla e incluso disfrutarla. Son capaces de administrar su tiempo libre porque tienen actividades propias y , aunque amen a sus parientes no sienten la necesidad imperiosa de estar con ellos, necesitan y defienden su espacio propio para seguirse desarrollando como ser humano.

Observando esto, me dí cuenta que nuestra sociedad no nos prepara para envejecer. Es más, nos hace pensar que al envejecer ya no hay nada que esperar, no hay nada que ofrecer, no hay más que mirar el pasado con nostalgia y ver la vida de los demás avanzar. Son muy pocos los que hacen planes para su jubilación o piensan en empezar una actividad una vez que sus hijos crecen. La mayoría cree que la vejez es la edad para descansar sin considerar que muchas veces esta etapa puede durar 20 años o más.

Por eso decidí hacerme esa pregunta y descubrí que lo más importante, pase lo que pase de aquí a la llegada de la vejez es no permitir que yo misma me pierda como ser humano en el camino. Lo que cultive para mi hoy, será una herramienta más para disfrutar mi vejez, los amigos, gustos, deseos.

En la tercera edad no se acaba la posibilidad de lograr algo y eso hay que mentalizarlo. Hay muchas cosas que podemos hacer y nos pueden llenar profundamente y es importante que hoy, siendo jóvenes pensemos donde queremos estar siendo viejos pero no como seres desvalidos sino donde queremos que esté nuestro espíritu y como queremos sentirnos en ese momento.

Aún cuando tengamos a nuestros hijos, nietos, esposos, hermanos, etc. ninguno de ellos podrá darnos la suficiente felicidad si nosotros no somos capaces de ser felices por nosotros mismos.

José Saramago publica su primera gran novela a los 58 años de edad y gana el Premio Nobel a los 76 años. Si se hubiese detenido por pensar que “estaba viejo” para escribir no hubiese alcanzado tal honor y seguro se hubiese privado de un placer infinito.

Nunca se es “demasiado viejo para….”. Lo que hace falta es desear algo lo suficiente y por eso hay que cultivar el espíritu desde el principio. Adiestrar el alma para mantenerse joven, para soñar, para pensar en crecer en cualquier momento y lugar.

De lo que sembremos en nuestro corazón hoy, dependerá lo que cosechemos en la tercera edad. Sembremos cosas buenas para llegar al final, satisfechos, tranquilos, en paz, sin pesos excesivos, sin culpas ni vacíos internos. Que la respuesta a esa pregunta sea: FELIZ .

Comentarios

  1. Alguna vez escuché en algún lado la frase: "He conocido gente muy interesante de más de 40 años que aun no sabe hacia adonde ir en la vida", y pensé en cosas muy similares a tu escrito, Esther.

    Decían los Mayas que la madurez del hombre se alcanzaba a los 52 años (y sus líderes no tenían menos que esa edad), pero ¿en qué fecha se encuentra la felicidad? Hablar de felicidad es agotador, porque cada uno la siente de manera distinta, pero creo que es lo único que vale la pena tras los objetivos de la cuenta bancaria, familia y cargo empresarial.

    "For what is a man, what has he got? If not himself, then he has naught", dice Sinatra en su canción y creo que tiene toda la razón.

    Un abrazo Esther, y por favor sigue escribiendo. :)

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